Antecedentes complementarios

Publicamos acá algunos extractos de textos seleccionados de nuestra bibliografía.

John C. Lilly
La CSS en el siloísmo
El informe Tókarev (Puledda S., 1981)
Contribuciones al pensamiento (Silo, 1991)
Apuntes de psicología (Silo, 2006)
Silo, el Maestro de nuestro tiempo (Figueroa P., 2013)

John C. Lilly

John Cunningham Lilly fue médico, neurofisiólogo y psicoanalista norteamericano, nacido en Saint Paul en 1915 y muerto en el 2001 en Los Ángeles. Según Wikipedia: “…Gran parte de su investigación pionera se orientó hacia el estudio de los estados alterados de conciencia, usando como instrumentos principales el depósito de agua para privación sensorial –inventado por él– la comunicación con delfines y las drogas psicodélicas, a menudo combinadas. Trató de comprender el modo en que los delfines se comunican entre sí y con el ser humano, y fue un personaje representativo de la contracultura californiana de los científicos, místicos y pensadores que surgieron a fines de los años sesenta y comienzos de los setenta. Ram Dass y Timothy Leary frecuentaban a menudo su casa.”

De sus estudios se desprenden un par de películas: Estados de alucinación (1980), interpretado por el joven William Hurt, y El día del delfín (1973), con la dirección de Mike Nichols.

El Centro del Ciclón (Lilly, J.C., 1972)

Transcribimos en este capítulo algunos extractos del libro The center of the cyclone, 1972, que nos resultan antecedentes directos de nuestras experimentaciones con la CSS, especialmente en su capítulo III, Regreso a los dos guías: depósito de agua más LSD. En la contraportada de la edición italiana del libro (reimpreso en 1997 por Edizione Crisalide), se señala: “El ‘centro del ciclón’ es aquel punto central en el que, lograda la completa quietud interior, se toma conciencia de la propia eternidad. Apenas fuera de este centro, se desenvuelve la tempestad del propio Yo, empeñado en competir con los otros Yo en una interminable danza circular.”

John C. Lilly escribió diversos libros y en varios trata lo que nosotros llamamos Cámara de Supresión Sensorial, como es el caso de The Deep Self, profound relaxation and the tank isolation technique, (Warner books–Simon and Schuster, 1977) y Tanks for the memories (Gateways/IDHHB, Inc. Publishers, 1995), escrito con E.J. Gold.

En El Centro del Ciclón, se describen las etapas de ideación, diseño y perfeccionamiento del medio técnico, así como las motivaciones de fondo de la investigación y los avances en la comprensión de lo que hacía. Nos dice que su intento fue llevado adelante con LSD, de modo experimental. Pese a ello, su enfoque fue muy metódico, valiente, de investigador puro, en lo que constituyó una investigación mística más que psicológica, o si se prefiere, “transcendental” (en el sentido de superación de los límites de la conciencia, tal como la conocemos o creemos conocerla, para intentar llegar donde la conciencia pudiera captar aquello que va más allá de sí misma).

Entre los primeros párrafos seleccionados podemos descubrir la actitud que mueve a Lilly hacia la formulación de un medio idóneo a este tipo de búsqueda: llegar a la trascendencia gracias al propio esfuerzo.

…Con este conocimiento, con estas concepciones, con estas imaginaciones, uno puede elevarse por sí solo a más altura de la que tiene actualmente, si uno puede creer que, con su esfuerzo, es capaz de establecer comunicación con una ayuda más grande que él mismo, esto es de por sí una gran lección. En otras palabras, uno tiene ayuda para trascender sus propias creencias limitadoras actuales. Esta creencia es de ayuda en la trascendencia.

En lo que a mí atañe, yo no había confiado en un maestro humano, en un gurú, ni en ningún guía humano…

Me volví escéptico siendo aún muy joven. Encontré dentro de mí mismo una verdad más sincera que la que había hallado en los representantes de la Iglesia. Este escepticismo me apartó de los conceptos místicos de la Iglesia en favor de la investigación médica y científica, en la búsqueda de un nuevo conocimiento.

Estoy seguro de que, si tropezase con una persona auténtica que pudiese demostrar definitivamente que posee los poderes que pretende, seguiría siendo escéptico hasta quedar definitivamente demostrado que yo puedo aprender lo que él sabe y alcanzar los mismos lugares, los mismos espacios. Mientras tanto, sigo mi propio camino en mis propios espacios interiores, escéptico ante cualquier ayuda que no sea la variedad arriba expresada. He visto demasiadas pretensiones de ‘shamanismo’ y de gran espectáculo, en mí mismo y en otros, para creer en la iluminación inmediata por contacto con un maestro o gurú.

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…Yo prefiero la comprensión a la devoción. Prefiero los compañeros investigadores a los discípulos carismáticos. Prefiero permanecer en mi propio centro, tocando con los pies en el suelo y ayudando a otros a hacer lo mismo, más que formar un grupo que me venere. En el pasado, tuve períodos en los que desee ejercitar mi carisma personal para influir en otros. Esto me parece ahora un método poco práctico, poco eficaz, de transmitir conocimiento y comprensión.

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…Repetiré la cita: Lo que se cree que es verdad, es verdad o se hace verdad dentro de límites a descubrir por la experiencia y la experimentación. Estos límites son creencias que hay que trascender.

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En los próximos extractos vamos a los orígenes de su trabajo, cuando era necesario usar un respirador, todavía no se definía bien la posición a usar en el depósito de agua y se estaba focalizado en atenuar al máximo los efectos de la gravedad, de la luminosidad, del sonido y todavía no estaba claro el tema de las temperaturas.

La experimentación con el depósito en inmersión total

…Cuando estaba en el Instituto Nacional de Salud Mental de Beshesda, Maryland, en 1954, trabajando sobre neurofisiología del cerebro, concebí una nueva serie de experimentos.

Dicho en pocas palabras, unos neurofisiólogos anteriores, entre ellos el profesor Federic Bremer, de Bruselas, y el doctor Horace Magoun, de la UCLA, habían formulado la hipótesis de que el cerebro permanecía en estado de vigilia gracias a los estímulos externos que pasaban por los órganos terminales del cuerpo… El experimento evidente era aislar al ser humano de todo estímulo externo, en la medida de lo físicamente posible, y ver qué estados resultaban de ello.

Decidí que la mejor manera de hacerlo era flotar en agua, empleando una máscara para respirar, y permanecer en una flotación neutral dentro del agua, de modo que se atenuasen los efectos de la gravedad.

Al propio tiempo, había que impedir que llegase cualquier sonido a la persona suspendida en el agua; había que atenuar lo más posible todo cambio de temperatura, impedir la entrada de luz y eliminar cualquier prenda de ropa estimulante.

Dio la casualidad de que había ya un depósito instalado en el Instituto, en un pequeño edificio y dentro de una habitación a prueba de ruidos. El único cambio que tenía que hacer era instalar una válvula de control de la temperatura del agua en el depósito y mantener ésta a 34°C. Hice muchas pruebas para determinar esta temperatura particular, aquella en la que no se siente calor ni frío cuando se descansa. Era la temperatura en la que el agua parecía desaparecer cuando yo no me movía. La sensación resultante era la de estar flotando en un espacio en el que casi no existiese la gravedad. (…) Probé quince o veinte clases diferentes de máscaras sumergibles, proporcionadas por la Marina, y no encontré ninguna que fuese lo bastante cómoda.

Por consiguiente, tuve que inventar mi propia máscara, a base de goma de látex, que cubría toda la cabeza y se cerraba herméticamente alrededor del cuello. Tenía dos tubos para respirar, conectados con unas válvulas especiales en el lado del depósito, que aseguraban un continuo suministro de aire y recibían el expulsado de mis pulmones, impidiendo la acumulación de anhídrido carbónico y la falta de oxígeno en el sistema.

Rápidamente descubrí que mi cuerpo tenía diferentes densidades, que las piernas y la cabeza tendían a hundirse. Por consiguiente, tuve que inventar unos soportes, a base de una goma sumamente fina empleada en cirugía para mantener mis pies en la posición debida en el depósito. El equilibrio de la cabeza lo conseguí mediante la presencia de cierta cantidad de aire en la máscara. Después de mucho trabajo técnico de esta clase, pude alcanzar al fin un estado de flotación neutral exactamente por debajo de la superficie del agua del depósito. (…) Descubrí que, a falta de todo estímulo, uno lo compensa rápidamente mediante una percepción sumamente elevada y una creciente experiencia sensorial en ausencia de medios conocidos de estímulo externo. En las primeras horas, comprobé que no tenía el menor deseo de dormir. La primitiva teoría era, pues, equivocada. No se necesitaban estímulos externos para permanecer despierto. Después de unas decenas de horas de experiencias, observé fenómenos que habían sido previamente descritos en diversas obras. Pasé por estados parecidos al sueño, al trance, al arrobamiento místico. En todos estos estados, yo permanecía absolutamente intacto, centrado, en el sitio. En ningún momento perdí conciencia de los hechos del experimento. Algo en mí sabía siempre que estaba suspendido en el agua de un depósito, en la oscuridad y en el silencio.

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Ahora describe la fase sucesiva en la que estabiliza una posición ideal y ajusta, con mayor control, las temperaturas.

Flotación sobre el agua

…En 1958, salí del Instituto Nacional de la Salud y me trasladé a las Islas Vírgenes, pero hasta 1964 no fui capaz de construir otro depósito (…) Rápidamente descubrí que el empleo de la máscara no era necesario… Como podía disponer de agua de mar, empleé ésta y constaté que podía flotar en la superficie, con la boca, la nariz y los ojos fuera del agua. Vi que podía flotar con las manos cruzadas debajo de la nuca y los codos extendidos debajo del agua. Dejé que mis piernas colgasen de las rodillas y de las caderas debajo del agua.

Este procedimiento de aumentar la densidad del agua permitía un sistema de respiración mucho más simple y una sensación de mayor seguridad. Este segundo depósito tenía dos metros y medios de profundidad por otro tanto de lado. Era, pues, más espacioso que el del INS. Una vez montado el depósito y en condiciones de funcionar con el adecuado sistema de control de la temperatura, aire suficiente y una completa oscuridad en la estancia, me preocupé de conseguir el LSD.

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Aparece un punto importante de su investigación, donde encuentra un “apoyo” muy interesante. Es el “punto cero”, que nos ha sido muy útil para fijar algunos registros mediante el reconocimiento de un “recorrido”.

El punto del cero absoluto

…En el primer experimento con LSD en el depósito de agua, el primer espacio al que me trasladé era completamente negro, completamente silencioso; era un espacio vacío en el que no había ningún cuerpo. La negrura se extendía hasta el infinito en todas direcciones. También el silencio se extendía hasta el infinito en todas direcciones, y yo permanecía centrado en un punto único de conciencia y de sentimiento. No había absolutamente nada en el universo, salvo mi centro, salvo yo mismo, y la oscuridad y aquel profundo silencio.

En un estilo taquigráfico, lo llamé “el punto cero absoluto”. Este se convirtió en un punto de referencia al que podía volver si las cosas se ponían demasiado caóticas o demasiado estimulantes en otros espacios. Era mi núcleo central, mi esencia en un universo sin estrellas, ni galaxias, ni entes, ni personas, ni otras inteligencias. Era mi lugar seguro.

Es muy difícil saber la duración, en tiempo de la Tierra, de mi permanencia en aquel lugar en ese primer viaje. (…) Según había de aprender más tarde, la ilusión de oscuridad y de silencio significaba que todavía me hallaba sujeto a los acostumbrados espacios de cognición del cuerpo. Todavía me aferraba a la idea de oscuridad, a la idea de silencio, a la idea de un punto central de identidad y de conciencia. Más tarde, esto resultó ser innecesario, excepto durante estados extremos en los que necesitaba un descanso. En esas ocasiones, volvía al “punto cero”.

Este “punto cero” es un lugar útil. (…) Es un espacio que todavía representa la oscuridad y el silencio del depósito de agua, pero con el cuerpo no existente. El Yo de uno todavía existe.

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Otros datos experienciales de sus descripciones los extrajimos de 3 temas principales, ya que los podemos reconocer en nuestros procedimientos actuales.

Experiencias de fuertes emociones, energía y luz

…De pronto, me ví precipitado en esos espacios. Me mantuve como punto central de conciencia, de sentimiento, de registro. Me moví en universos que contenían seres mucho más grandes que yo mismo, de modo que yo era una mota en su rayo de sol, una hormiguita en su universo, un solo pensamiento en una mente enorme, o un pequeño programa en un ordenador cósmico. La primera vez que entré en estos espacios fuí barrido, empujado, arrastrado, retorcido y, en general, lanzado de una lado a otro por procesos que no podía comprender, procesos de inmensa energía, de fantástica luz, de terrible poder. Mi propio ser estaba amenazado al ser yo empujado en estos vastos espacios por estos vastos entes. Ondas equivalentes a la luz, al sonido y al movimiento, ondas de emoción intensa, eran llevadas a dimensiones que estaban más allá de mi comprensión. La primera vez que ocurrió esto, sentí una gran angustia y volví de un salto a mi cuerpo.

Comprensiones

…Salí del depósito de agua, a la luz del sol, saboreando el hecho de que era un ser humano en un planeta. Por primera vez desde mi infancia, la vida me pareció preciosa; el sol, el mar, el aire, todo era precioso. Mis sentimientos de energía y de alegría extraordinaria persistieron.

…volvía a mi cuerpo lleno de respeto por las posibles variedades de formas de vida que pueden existir en este universo. Estaba pasmado por las variedades de creación, por las variedades de inteligencia que existen en nuestro universo”.

…Volví comprendiendo la enorme cantidad de espacio vacío que había dentro de mí y las inmensas energías encerradas en la materia de mi propio cuerpo.

Cerca / lejos del cuerpo

…Más tarde habría de advertir que había un ritmo definido en estas salidas y en los regresos al cuerpo, y en el descubrimiento de algo nuevo acerca del cuerpo (…) Estas idas y venidas entre lo muy remoto y lo muy próximo tenían un ritmo que, al parecer, había descubierto yo de un modo natural (…) Poco a poco aprendí que el objetivo no era ninguna de ambas cosas, sino permanecer simultáneamente lo más cerca y lo más lejos posible.

Con los años, pasé gradualmente del “o esto/o lo otro” al “ambos”, en relación con estos espacios. Estoy lejos y cerca, simultáneamente.

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Lilly va adentrándose, reconfortado por los resultados y por la obtención de algunos indicadores bastante estables. Al mismo tiempo, llega a experiencias en situación límite, que trata de recuperar y desarrollar.

Ser superior y guías

…Inicié una serie de ocho experimentos relativos a unos espacios sobrehumanos y superiores al Yo.

Uno de mis principales objetivos era volver al lugar donde había estado con los dos guías, durante aquel coma en el hospital que me había tenido a las puertas de la muerte… Todas las veces anteriores en las que había encontrado a los dos guías, me hallaba en un estado de miedo, de miedo a perder la vida. De algún modo, el conocimiento que me habían dado los guías en esta última excursión a su región me había hecho perder el miedo a la muerte. La seguridad que me habían dado de que podría volver a su región cuando lo necesitase, y de que todavía no había llegado la hora de abandonar mi cuerpo de modo permanente, me dieron fuerza y valor para intentar este experimento… Durante la primera hora desarrollé el primer programa para relajar el cuerpo, dejando que éste se encargase de sus funciones vitales… en la segunda fui al punto cero de oscuridad infinita y de silencio infinito. Al terminar la tercera hora… estuve dispuesto a enfrentar el viaje al espacio de los dos guías.

…Me convertí en un punto de conciencia luminoso y brillante, que irradiaba luz, calor y conocimiento. Entré en un espacio de brillantez asombrosa, un espacio lleno de luz dorada, de calor y de conocimiento… La energía que me rodeaba era de una intensidad incalculablemente alta, pero descubrí que esta vez podía resistirla. Podía sentir, ver y saber en aquella inmensidad de espacio vacío y lleno de luz. Despacio, pero con firmeza, los dos guías empezaron a acercarse a mí desde una gran distancia. Al principio, apenas pude distinguirlos sobre el fondo de intensísima luz. Esta vez, se acercaron muy despacio. Pero, a medida que se acercaban, su presencia se hacía más y más poderosa, y advertí que penetraban cada vez más en mí. Su pensamiento, su sentimiento y su conocimiento se introducían en mí.

…Durante estos experimentos, noté una especie de guía invisible que me decía lo que tenía que hacer. Empecé a sentir la presencia de los guías, sin necesidad de ir a sus espacios. En cada nuevo universo en el que penetraba, sentía su presencia que me protegía…

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Un punto importante es lo que “queda”, lo rescatable de esas experiencias y que sigue operando de algún modo en la conciencia. Algo que nos ocupa y a lo que damos gran importancia en nuestros trabajos.

Interpretaciones, negaciones y realidad

…Mis interpretaciones de las experiencias relatadas variaban según mi actual situación en el planeta. Había momentos en que negaba estas experiencias, les negaba toda validez, salvo como fruto de mi imaginación. Otras veces, tenía la impresión de que eran una realidad segura, y estaba seguro de su validez. Los dos guías me habían advertido que pasaría por estas fases de escepticismo, de duda. Pero siempre ha persistido el sentimiento de realidad que tuve durante las experiencias. Sabía que esto era verdad. En otros momentos, no he estado tan seguro. Por lo visto, estoy en la posición de esperar a ver…

La CSS en el siloísmo

El interés por la Cámara de Silencio (terminología que se usó habitualmente en este ámbito) empezó ya con los primeros grupos informales del siloísmo al final de los años 60 en base a instalaciones muy rudimentarias. Luego, en 1974, en el contexto de estudios sobre lo paranormal se pudo construir y experimentar con una CSS en Argentina. De ello resultaron varios desarrollos de psicología, en particular, sobre el Espacio de Representación20 y la Traducción de Impulsos21. Avanzando en estas investigaciones, estas se continuaron en la isla de Corfú en Grecia durante el año 1975. No se retomaron estudios sobre este tema hasta que el año 2010 en el contexto de Escuela –con relación a la práctica de las Disciplinas y de la Ascesis–, un grupo de Maestros comenzaron nuevos estudios y experimentaciones con CSS, llegando a la metodología que aquí presentamos y que involucró a muchos grupos de gente de Argentina, Chile, Italia, Hungría, España, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Francia, Uruguay y Japón.

Algunos extractos de diversos libros que se refieren al tema:

El informe Tókarev (Puledda S., 1981)

Mayo 25

Yuri llegó muy temprano al laboratorio de psicología aplicada, respondiendo a una sorpresiva invitación de Kárpov. Este lo estaba esperando con otro psicólogo. Mientras descendían hacia un tercer subsuelo, Kárpov preguntó:

–¿Tiene alguna experiencia en los llamados «estados alterados de conciencia»?

–No –respondió Yuri.

–Lo suponía –consideró Kárpov, cambiando con su ayudante una mirada cómplice, para agregar luego encogiéndose de hombros–: Estos científicos de hoy, están formados sin base experimental. ¿Cómo se puede trabajar en religiones comparadas, sin comprender la experiencia psicológica religiosa?… Humanistas, solo humanistas –concluyó, meneando su despeinada cabeza leonina.

Mientras salían del montacargas, el profesor Tókarev consideraba lo acertado de las observaciones, respecto a su formación profesional. Entraron a una pequeña sala que bien podría haber sido el recibidor de un consultorio médico. Kárpov y Yuri tomaron asiento frente a frente, en sendos sofás. Una pequeña mesa los separaba. Sobre ella, algunas flores y ceniceros. La luz era ligeramente azulada. Un cierto olor a ozono se respiraba en el ambiente. Mientras tanto el otro hombre había desaparecido por una puerta lateral.

–Usted seguirá opinando, como hace cien años se decía, que «la religión es el opio de los pueblos», ¿no es así?

Yuri no respondió, tratando de comprender hacia dónde se dirigía Kárpov. Verdaderamente –pensó–, la religión era eso, menos que eso y tal vez algo más.

Antes no se conocían las anfetaminas, –intervino nuevamente el psicólogo– ni el LSD 25. En la época de Marx el opio era la droga de moda. El opio crea condiciones irreales y placidas. Desarma. desinteresa, aquieta. ¿Cree acaso que la revolución de Irán corresponde a esos estados de conciencia?

Mientras tableteaba insistentemente con sus dedos en la pequeña mesa, Kárpov se extendía en extrañas consideraciones, escrutando a Tókarev tras sus gruesas gafas. –No tenemos mucho tiempo para inducir en usted los diferentes estados de conciencia que han producido y producen las prácticas religiosas. Sin embargo, trataremos de acercarlo a esos fenómenos gracias a una experiencia sintética… Comprenderá que no lo haremos girar danzando como un derviche, un macumbero brasileño, un vuduista haitiano, o un tribal africano. Tampoco beberá soma, ni ingerirá hongos alucinógenos; no procederá con respiraciones forzadas yogas, con ejercicios físicos y ayunos extenuantes, ni se torturara con aflicciones medievales. Iremos al grano directamente.

Yuri comprendió que Kárpov y sus colegas habían logrado reproducir en laboratorio fenómenos sobre los que tantas veces se había preguntado. Al mismo tiempo se sorprendió al considerar la capacidad de adaptación de los científicos a las nuevas situaciones. Si, como sospechaba, el trabajo del equipo que luego formó el comité, había comenzado hacía solo cinco meses, era muy poco tiempo para que los psicólogos hubieran desarrollado una tecnología que esclareciera sobre cuestiones que venían pesando desde hacía milenios en el campo de la cultura. De pronto preguntó:

–¿A que se refirió cuando dijo que se trataría de una «experiencia sintética»?

–A que casi todos los estados alterados de conciencia responden a procesos de anoxia neuronal y desarreglo enzimático cerebral. Cualquier práctica ritual que investigue, lo llevará al mismo resultado. No importa que se induzca el fenómeno por vía química, respiratoria, mecánica, ascética… Siempre llegará al mismo resultado: desarreglo enzimático, anoxia neuronal!

Kárpov explicaba con tal entusiasmo, que terminó poniéndose en pie para desarrollar su pensamiento libremente. Y, mientras caminaba por toda la habitación como un oso enjaulado, su voz se hizo tronante: «Si usted muere, Tókarev, si clínicamente muere y lo recuperan antes de diez o quince minutos, hay un cincuenta por ciento de probabilidades que recuerde haberse encontrado fuera de su cuerpo. También es probable que pueda relatarnos algo acerca de una luz que dialogó con usted. Algo así como la luz de los UFOS, o de la zarza ardiente de Moisés, o de aquella otra que derribó a Saulo de su cabalgadura».

Yuri comenzaba a relacionar numerosos mitos y leyendas que seguramente encajaban, al perfilarse una clave como la que se le estaba revelando por primera vez en su vida. Pero quiso comprender más.

–En muchos libros «sagrados» –observó–, se refieren esos fenómenos sin que hayan mediado condiciones como las que usted está explicando.

El psicólogo se paró en seco y luego arrecio con rabia contenida: –¡Haga el favor de no interrumpirme! Miles de sabios en el mundo, darían su cabeza por escucharme y usted se permite interrumpirme…, vamos por partes. En el libro tibetano de los muertos, que conocerá mejor que yo, se cita un procedimiento para liberar el alma en el momento de la muerte. Se trata de la posición del «león acostado». El sacerdote oprime una arteria del cuello del moribundo y, entonces, este cree que empieza a desplazarse por distintas regiones de luz… ¡Anoxia, Tókarev! Hasta en Estados Unidos saben de estas cuestiones. ¿Y que hacen entre tanto, nuestros distinguidos profesores? Pues, relacionan supercherías en base al estado económico de las sociedades que les dan origen. Eso, mi estimado amigo, es trabajar con herramientas del Paleolítico inferior.

Yuri pensó nuevamente que estaba frente a un aventurero y escandaloso de la pandilla del comité. Pero debió reconocer que pese al desviacionismo que rezumaba hasta por los poros, Kárpov y seguramente el conjunto que ahora apoyaba el Ministerio, era brillante.

–Los americanos, hace años que trabajan con drogas –continuó el psicólogo– y hasta han usado la mezcla de Meduna para provocar estados alterados. Imagínese, un sinvergüenza de Wall Street aspira un gas en el que se ha variado la proporción de oxígeno y dióxido de carbono y, de pronto, ¡se siente transportado místicamente! –Hizo un silencio dramático y luego agregó lentamente –: Sabemos todo eso, pero también hemos encontrado otras formas que no requieren de anoxia. Por ejemplo: Buda, Jesús y Mahoma, se retiraron a lugares silenciosos para meditar… ¿Qué estuvieron haciendo ellos exactamente? Yo se lo diré. Estuvieron suprimiendo datos sensoriales, algo similar a lo que ocurrió a los cosmonautas al eliminárseles la gravedad.

–No entiendo la relación, profesor Kárpov –osó Yuri interrumpir de nuevo. Kárpov volvió a su asiento ceremoniosamente. Luego, casi en secreto, dijo: –¿Sabía que varios astronautas americanos se dedicaron luego de su experiencia a la vida religiosa? ¿Sabía que Gagarin pretendió haber observado UFOS? ¿Sabía que el profesor Nietzsky detectó numerosos fenómenos extrasensoriales en situación de ingravidez?

Kárpov miraba intensamente a Yuri buscando en él los rasgos de la sorpresa pero este, fingiendo neutralidad, afirmó: –Sigo sin entender la relación.

–¿Cómo que no encuentra la relación? ¿Pero no advierte que al eliminar señales en el cuerpo humano, sea por ingravidez o falta de estímulos, el sistema nervioso no puede trabajar normalmente? Si faltan señales, la conciencia se altera. De manera que no se trata ahora de anoxia, ni desarreglo enzimático. Se trata de falta de impulsos electroquímicos, con un resultado similar. Al no haber impulsos, solo la memoria entrega información y el sujeto recuerda vivamente escenas de la vida pasada, o bien, sus fantaseos se amplifican. Piénselo: ¡impulsos electroquímicos!

Kárpov había encendido un cigarrillo. Después, ofreció otro a Yuri. Este acepto y aprovechando el intervalo, espetó: –La experiencia de los estados alterados de conciencia permite seguramente comprender el fenómeno religioso desde el punto de vista psicológico, pero no explica cómo surge la religión; cómo, de pronto, se despierta la apetencia mística. Mi observación tiene que ver, concretamente, con las preocupaciones del comité.

–Pues yo le digo, Tókarev, que cuando los problemas cotidianos que golpean el sistema nervioso de un individuo o un pueblo, son demasiados intensos, se produce un bloqueo de información, se produce una inhibición que opera como supresión sensorial. Un ser humano puede estar acompañado por cientos de personas y, sin embargo, se siente solo y sin comunicación. ¿Comprende, camarada?

–No, no comprendo, camarada –respondió Yuri sarcásticamente.

–Pues bien, adviértalo de una vez. O se enferma, o se suicida o enloquece, o huye de la realidad de muchas maneras… una de ellas, es mediante la religión. Y esa religiosidad, puede tomar rumbos contemplativos o agresivos, según las condiciones generales que rodean al fenómeno.

Yuri había dado con un sistema de explicación coherente. Todo parecía ensamblarse de modo fascinante. Era, por supuesto, orientador en la precisa línea de la investigación propuesta por el comité. Pero quiso asegurarse, aun a costa de indignar al colérico Kárpov.

–¡Eso habrá que probarlo!

Kárpov enrojeció. Luego aspiró una gran bocanada de su «Karelia» y entonces, levantándose, fue hasta un tablero emplazado en la pared. Oprimió un botón y dijo: –De eso se trata. Queremos que usted tenga experiencia práctica de los estados alterados de conciencia, para que no termine desarmado en su investigación de campo. Porque, según me dicen, irá a los lugares en los que parece que comienza el hervidero de nuevos fenómenos místicos.

Se había corrido una compuerta. El recinto estaba atestado de controles. Allí maniobraba el otro psicólogo. Yuri se levantó y siguió a Kárpov, al tiempo que este explicó:

–Ahora va a entrar en la cámara de supresión sensorial, conocida como «cámara de silencio». Estará aislado del mundo, salvo de nosotros, que permaneceremos en los controles… ¡Entregue todas sus cosas!

Yuri se desnudo completamente, dejando las ropas sobre una silla. Kárpov le dio una pastilla verde pidiéndole que la disolviera lentamente en la boca. Entonces, giró un volante y empujando una puerta metálica, invito a Yuri a pasar. Este así lo hizo y la puerta se cerró silenciosamente a sus espaldas. Se encontró en un cuarto totalmente forrado, al parecer, con caucho. Una suerte de alfombrado gris claro cubría todo el piso. La luz, ligeramente azulada, permitía ver una tarima sobre la que descansaba la enorme piscina. De ella salía un denso vapor que se extendía lentamente.

–¡Tókarev! –gritó Kárpov por el altavoz.

–Escucho –respondió Yuri.

–Suba por la escalerilla y entre al agua. No tema quemarse, esta a menos de treinta y siete grados. En pocos minutos no la sentirá porque se ajustara exactamente a la temperatura de su piel.

Yuri entro en la piscina y comenzó a sentarse en un ángulo de la misma.

–Lo estamos filmando en circuito cerrado. Observe la banda que cruza transversalmente la piscina. Ella deberá sostener su cuerpo en flotación, para lo cual tendrá que colocarla en su zona lumbar y luego extenderse a flotar… No piense que se va a hundir. El liquido tiene una fuerte concentración salina, pero la banda evitará que derive hacia los bordes de la piscina dándole sensaciones táctiles.

Mientras se acomodaba, Yuri preguntó por la sensación de la banda, la luz de la habitación y otros estímulos.

–Las luces de los ozonizadores sirven para romper las moléculas grasas, responsables en gran parte de los olores. La pastilla que le di es clorofílica y cumple con la función de desodorizar su boca. La iluminación será suprimida cuando usted termine de instalarse en perfecta flotación… No escuchará ningún sonido, a menos que deseemos comunicarle alguna novedad. En cuanto a la banda, dejará de percibirla a los pocos minutos cumpliéndose la ley del estímulo constante decreciente. Otro tanto valdrá para el agua. No obstante, quedará sin cubrir su cara, la parte más alta del pecho y las rodillas. Pero las sensaciones entre las partes inmersas y las mencionadas, se homogeneizarán por el vapor que terminará dando un 100 % de humedad ambiente y a igual temperatura del agua. ¿Comprende?

–Está bien –repuso Yuri–. ¿Qué hago ahora?

–No agite el agua. Desde aquí manejaremos dos barras: una llegará muy cerca de su cabeza, sin tocarla; la otra, quedará a pocos centímetros de su pecho y a lo largo del cuerpo. Desde ellas, tomaremos sin contacto directo sus señales electroencefalográficas, cardiográficas y mielográficas… Si algo no marcha, le haremos llegar un sonido aunque sus oídos estén bajo el agua.

Yuri estaba flotando, manteniendo los oídos fuera del agua. En un momento alcanzó a ver que se deslizaban las barras y tuvo tiempo para escuchar las últimas observaciones.

–El vapor ya impide seguir su imagen en nuestras pantallas. Recuerde: si quiere arruinar el trabajo, basta con que silbe, toque las paredes de la piscina, o pellizque alguna parte de su cuerpo. Hay mil maneras de evitar la supresión sensorial. Pero ¿no será usted tan torpe, verdad?

Fue lo último que escuchó. Hundió la cabeza. El agua tapó sus oídos y comenzó a flotar cómodamente. Brazos y piernas se mantenían separados, pero el pequeño oleaje de la inmersión los movía aún, acompasadamente. No alcanzó a escuchar el diálogo de los psicólogos que seguía saliendo por el altavoz.

–Prueba Tókarev; mayo 25, 1979; 8.50 a.m.; temperatura de piscina 36,5°; temperatura ambiente 36,5°; humedad ambiente promedio 92°; presión 755 mm..; tipo de flotación: convencional; línea isoeléctrica del encefalograma; alterada por agitación respiratoria; movimientos oculares rápidos, por pérdida de referencia; cardio: normal; electromielógrafo: tensiones musculares en zonas cervical y abdominal.

–Corte ozonizador –dijo otra voz.

–Cortado.

–Corte calefacción de piscina y ambiente.

–Cortadas.

–Corte circulación de agua.

–Cortada.

–Conecte automáticos de temperatura.

–Conectados.

–Corte luz de ambiente.

–Cortada.

–Suprima altavoz…

Y se hizo la oscuridad, el silencio, la quietud. Yuri comenzó a ver una rueda que giraba. Irina y el estaban atados a ella dando vueltas, mientras esta avanzaba por el campo. Cerca estaba María que gritaba: «¡Boris, Boris!» Entonces, un silbido como de tren, lo volvió a la real situación. Había comenzado a dormirse y, seguramente, Kárpov lo detectó en las ondas del electroencefalografo tras lo cual le envió la señal que lo sacó del sueño. Estaba despierto en la oscuridad y el más absoluto silencio. Del recuerdo del silbato, paso a ver una figura iluminada cada vez con mayor claridad. La Plisetskaia danzaba maravillosamente en el Bolshoi. Representaba a la Ana Karenina de Tolstoi y el silbato del tren anunciaba su muerte. Súbitamente, la bailarina se convirtió en una enorme mariposa que flotaba sobre él, se diría que a un metro de distancia. Era multicolor a increíblemente luminosa. Yuri se sobresaltó y movió el agua, pero la mariposa siguió allí, agitando sus alas. Comprendió que seguía el ritmo de su respiración. Contuvo el aire y el enorme insecto quedo paralizado, flotando sobre él. Penso que las mariposas del arte psicodélico no eran sino exteriorizaciones de registros pulmonares, sobre todo en estados alucinatorios producidos por drogas. Algo parecido debería pasar con las sabandijas del «delirium tremens» en los alcohólicos. Seguramente las serpientes serían partes del tracto digestivo; las arañas, tal vez traducciones renales o del hígado del enfermo… La mariposa desapareció súbitamente y todo quedó aquietado. Su actividad cerebral se había tornado fuertemente vigílica. Pensó que Kárpov registraría un incremento de ondas beta sacando la conclusión de que estaba inhibiendo los fenómenos sobre los que aquel quería ilustrarlo. Decidió relajarse profundamente, y soltar sin control sus cadenas asociativas… Los brazos se habían alargado tal vez metros y allí, en los extremos que terminaban en dedos muy finos, las manos giraban como las hélices de un barco. Comprobó que nada se agitaba, pero las manos seguían dando vueltas cada vez más rápidamente, mientras el resto del cuerpo se agrandaba. Eso era: su cuerpo no tenía límites porque estaba a temperatura del agua y de la habitación. Decidió expandirse hacia el cuarto en el que trabajaban los psicólogos. En ese momento, sintió un crujido de tablas rotas. Luego, un fuerte viento bramó sobre su rostro y vio un túnel por el que se deslizaba a gran velocidad. Allí, en el fondo, lo esperaba una luz cada vez más grande, cada vez más brillante. Súbitamente, vio a su cuerpo flotando en el agua. Tenía la real sensación de estar suspendido en el aire. Deseó entonces, fuertemente, volar hasta su casa y ver que sucedía allá… Pero se encontró nuevamente en el interior de la piscina. Kárpov estaría registrando su actividad beta. Kárpov lo estaba controlando. Kárpov lo espiaba porque estaba en el complot. Todos contra él. Rió fuertemente. Comprendió que querían convertirlo en autómata. Le estaban lavando el cerebro. Estaba claro: la pastilla verde, las miradas cómplices de los psicólogos. Querían matarlo a él, a Irina, a Vladimir y a la pequeña Sofía… porque él sabía lo que estaba pasando. Por eso, por eso, por eso… le estiraban los brazos y las piernas y su sexo estaba erecto y ellos y ellos y ellos y ellos…

–¡Nooo! –gritó Yuri.

Al momento, se encendieron las luces y sonó el silbato. Inmediatamente entró Kárpov, gritando a su vez:

–¡Irresponsable, lo arruinó todo!

Tomo a Yuri de un brazo y trato de sacarlo del agua, pero este se soltó y fue a sentarse en cuclillas en el rincón opuesto de la piscina. Gemía suavemente, mientras lo agitaban algunos temblores. El vapor escapaba velozmente por la entrada abierta.

–Yuri –dijo Kárpov dulcemente al comprender la situación–, seguro que paso por una crisis paranoide. Seguro que ahora hace el ritual del esquizofrénico. No se preocupe. Son sus propios temores, sus propios contenidos cerebrales que han sido amplificados por la supresión sensorial. Recuerde a los místicos en sus aislamientos: el demonio los tentaba o se producían feroces luchas con monstruos y otros seres extraordinarios. Cada cual tiene su propia flora y fauna psíquica. Vamos, conéctese con el mundo.

Pronto entró el otro psicólogo con una copa llena de un líquido transparente.

–Beba esto –dijo, acercando el recipiente a Yuri.

Yuri alzó la cabeza. Sus ojos estaban muy abiertos y se alcanzaban a ver las pupilas enormemente dilatadas. –¿Qué es? –preguntó temblorosamente.

–No es veneno, ni droga –explicó risueñamente Kárpov, agregando–: Por lo menos para mí…

–¿Qué es? –repitió Yuri en tono amenazante.

–¡Vodka, mi amigo! Pero si no lo toma, lo haré yo. –Dicho lo cual, Kárpov escancio la copa. Luego, la devolvió a su ayudante. La chanza terminó con ceremonia.

–Me inclino ante usted –dijo Kárpov al ayudante.

–Da, tovarich, da –replicó el ayudante, inclinándose a su vez. Y la copa voló hacia atrás, haciéndose pedazos en la otra habitación.

Yuri comenzaba a recuperarse.

Dos horas después, el profesor Tókarev, había terminado de redactar sus experiencias en el pequeño recibidor de entrada. Kárpov, recibió complacido el manuscrito y preguntó:

–¿Sabe cuánto tiempo permaneció en supresión sensorial?

–Cuatro horas, aproximadamente.

–Solo diez minutos, profesor –concluyó el psicólogo.

A punto de despedirse, Yuri preguntó sobre la posibilidad de una real «salida» del propio cuerpo en aquel momento en que se sintió flotando en el aire.

–Se trata de alucinaciones muy estudiadas por nosotros –respondió el psicólogo.

–¿Y si en esta alucinación hubiera llegado a mi casa y allí hubiera visto al pequeño Vladimir, cortarse un dedo con el cuchillo del pan?

–Seguiría la misma cadena alucinatoria. Convénzase, Tókarev, no hay un «algo» que se desprende del cuerpo. Solo alucinaciones.

Yuri tuvo en ese momento, una indefinible sensación y casi sin pensar preguntó: –¿Hay un teléfono a mano?

–Desde luego –asintió Kárpov.

Pasaron a otro cuarto. Yuri deslizó sus dedos por el teclado del teléfono. El sonido de llamada se sintió amplificado en la habitación. De pronto contestaron en el otro extremo de la línea oyéndose la voz del pequeño Vladimir.

–¿Quién es? –dijo Vladimir.

–Tu papá… ¿No me conoces, Vladi? –preguntó suavemente Yuri.

–Papá, papá… ¿Cuándo vas a venir?

Los dos hombres escuchaban risueñamente la delgada voz. Pero en ese momento sucedió algo que los dejó paralizados.

–Papá –dijo el niño–, tienes que venir… Me he cortado un dedo con el cuchillo del pan.

Contribuciones al pensamiento (Silo, 1991)

Psicología de la imagen. Variaciones del espacio de representación en los estados alterados de conciencia

Algunas experiencias en cámara de supresión sensorial, muestran que los “límites” del cuerpo (flotando éste en una solución salina saturada y a temperatura de piel, a más de silencio y oscuridad) desaparecen y el sujeto tiene el registro de que sus dimensiones varían. Frecuentemente, advienen alucinaciones por ejemplo, de mariposas gigantes que aletean ante los ojos abiertos que el sujeto, posteriormente, reconoce como “originadas” en su trabajo pulmonar o en dificultades pulmonares. Se podrá preguntar, de cara al ejemplo: ¿por qué el sujeto tradujo y proyectó como “mariposas” a sus registros pulmonares; por qué otros sujetos en la misma situación no padecen alucinaciones y por qué unos terceros proyectan “balones de gas” en ascenso? El tema de las alegorías correspondientes a impulsos del intracuerpo no puede estar desligado de la memoria personal, que es también sistema de representación. En el caso de las antiguas “cámaras de supresión” (esto es, cuevas solitarias a las que acudían los místicos de otras épocas), también se obtenían resultados satisfactorios, en cuanto a traducciones y proyecciones hipnagógicas, sobre todo si se observaba un régimen de ayuno, oración, sobrevigilia y otras prácticas que amplificaban el registro del intracuerpo. Sobre este particular, son numerosos los escritos que pueblan la literatura religiosa mundial, en los que se da cuenta de procedimientos y en los que se describen los fenómenos obtenidos. Y es claro que, aparte de las visiones particulares de cada experimentador, estaban aquellas que correspondían a representaciones de la cultura religiosa en la que aquél estaba inscripto.

Apuntes de psicología (Silo, 2006)

Psicología III. La conciencia y el Yo

Comentemos algunas pruebas realizadas en cámara de silencio. Alguien se ha colocado allí y ha puesto su cuerpo en inmersión, digamos a unos 36 grados centígrados (es decir, se ha colocado en un baño donde la temperatura del medio es igual a la temperatura de la piel). El recinto está climatizado para lograr que los puntos del cuerpo que emergen estén humedecidos y a la misma temperatura del líquido. Se ha suprimido todo sonido ambiental; todo rastro olfatorio; luminoso, etcétera. El sujeto comienza a flotar en la obscuridad y al poco tiempo empieza a experimentar algunos fenómenos extraordinarios: una mano parece alargarse notablemente y su cuerpo ha perdido límites. Pero algo curioso se produce cuando disminuímos ligeramente la temperatura ambiente del recinto. Cuando disminuímos en un par de grados la temperatura del medio externo respecto de la temperatura del líquido, el sujeto siente que se “sale” por la cabeza y por el pecho. En determinados momentos, el sujeto comienza a experimentar que su Yo no está en su cuerpo, sino fuera de él. Y este enrarecimiento extraordinario de la ubicación espacial de su Yo es debido, precisamente, a la modificación de los impulsos de la piel en unos puntos precisos (de la cara y del pecho), siendo que el resto de ellos está totalmente indiferenciado. Pero si se vuelve a uniformar la temperatura del líquido con la del recinto, comienzan a ocurrir otros fenómenos. Al faltar datos sensoriales externos, memoria empieza a arrojar trenes de datos compensando esa ausencia, y se pueden empezar a recoger datos muy antiguos de memoria. Lo más notable es que esos datos de memoria a veces no aparecen como normalmente sucede cuando uno recuerda imágenes de su vida, sino que aparecen “fuera” de la cabeza. Como si esos recuerdos “se vieran allá, afuera de uno mismo”, como alucinaciones proyectadas en una pantalla externa. Es claro, no se tiene mucha noción de dónde termina el cuerpo; entonces tampoco se tiene mucha referencia de dónde están emplazadas las imágenes. Las funciones del Yo se sienten fuertemente alteradas. Se produce una suerte de alteración de las funciones del Yo, por el simple expediente de la supresión sensorial externa.

Psicología III. Reversibilidad y fenómenos alterados de conciencia

…El ejemplo de la cámara de silencio es muy interesante, en él comprendemos que no se trata de una caída del nivel de conciencia, sino de la supresión de impulsos que deberían llegar a conciencia, y allí la misma noción del Yo se altera, se pierde. También se pierden franjas de reversibilidad, de sentido crítico y ocurren alucinaciones compensatorias.

La cámara de silencio nos muestra el caso de la supresión de los estímulos externos y pocas veces ocurren allí fenómenos de interés si no se han eliminado todas las referencias sensoriales. Ocurre a veces, la falta o insuficiencia de impulsos provenientes de sentidos internos. A estos fenómenos los llamamos genéricamente, “anestesias”. Por algún bloqueo, las señales que deberían llegar no lo hacen. El sujeto se enrarece, su Yo se distorsiona, se bloquean algunos aspectos de su reversibilidad. Así es que el Yo puede verse alterado por exceso de estímulos o por carencia de ellos.

Silo, el Maestro de nuestro tiempo (Figueroa P., 2013)

La cámara de silencio

Flotaba a oscuras en el agua que tenía la misma temperatura de mi piel; había una negrura total y los sonidos estaban aplacados completamente de modo que no tenía estímulos sensoriales; esa tibieza del líquido que me sostenía se hacía indistinguible de mi propios límites táctiles y ya no sabía bien dónde terminaba mi cuerpo y comenzaba lo demás; masticando y escupiendo hojas de té previamente, había conseguido eliminar todo residuo gustativo de mi boca; fueron aminorados hasta los más tenues ruidos así como todas las sensaciones odoríferas; el gusto y el olfato no podían dar señal, éste último gracias a la desodorización completa del ambiente con clorofila.

En el flotar sin peso, venían a mi memoria las imágenes recientes de los preparativos para transformar uno de los cuartos de baño de la vivienda griega en cámara de silencio. La instalación del regulador del calefón para sostener la temperatura del agua a 36,5 grados; los intercomunicadores con la sala de controles ubicada afuera; dos correas transversales de goma colocadas para sostener al sujeto flotando en la bañera, apoyado en la zona lumbar y la nuca; los terminales del electroencefalógrafo para controlar las ondas cerebrales, los del electrocardiograma y electromielógrafo, contactos de instrumentos capaces de medir la resistencia galvánica de la piel; la ubicación de paneles aislantes del sonido en cada pared; la manera de clausurar la única ventana de la habitación; una huincha que se puso para sellar la rendija de la puerta de modo que no entrara ni un fino haz de luz; el equipamiento con una estufa eléctrica que llevaba todo el ambiente a temperatura de la piel, idéntica a la del agua… Estuvimos trabajado varios días para armar nuestra cámara de supresión sensorial. Era parte de los experimentos que realizamos durante los meses transcurridos en Corfú. En el salón de la casa arrendada se había organizado la sala de controles: sobre la mesa, los equipos con sus distintos indicadores para dejar registro de todo el proceso; el intercomunicador que permitía no solamente escuchar cualquier estímulo proveniente de la sala de baño sino también emitir las únicas señales detectables desde dentro; papeles para notas; grandes hojas de dibujo y lápices de colores para usar en las pruebas de una eventual transmisión telepática de imágenes visuales; otros materiales como plastilina, greda, cera para testeos tridimensionales; algunos libros de consulta; un reloj; varios termos de café.

Con ingenio se habían ido sorteando las dificultades. No aspirábamos a un rigor científico, sino a comprender nosotros mismos qué ocurre cuando la conciencia no cuenta con los ingresos de datos sensoriales para realizar su trabajo. Nuestra actitud investigadora era sobretodo experiencial. El único problema que complicaba las pruebas era el tamaño de la bañera, dimensión insalvable que exigía que los conejillos de indias fuesen personas menudas, cuyos cuerpos flotaran sin tocar los bordes de la tina. Cecilia Benítez y yo fuimos las únicas que cumplimos tal condición y pasamos automáticamente a la categoría de sujetos. Ella hizo dos experimentos, a mí me tocaron tres. Cada una de las veces observamos el mismo patrón de desarrollo: flotando a oscuras, comenzamos a recordar. Como no era posible que ningún estímulo llegara desde afuera, la conciencia apelaba a la memoria. La desestabilización que registramos al no contar con estímulos sensoriales, nos llevó a sostenernos de los recuerdos. Un suceder de imágenes, detalles de mucho tiempo atrás.

Un perro me sigue, corre detrás de mí. Huelo su cercanía mientras apenas me afirmo en mis piernas inestables. Su hocico babea cerca de mi hombro. Escucho su jadeo. Me empuja contra el árbol, es un eucalipto cuyo tronco rugoso me raspa la cara, el olor de su corteza es penetrante, me sangra la mejilla y grito. El perro tiene sus patas sobre mi cabeza…

Eran recuerdos de infancia, de mis primeros años. La memoria alimentaba insaciablemente a la conciencia, privada como estaba de otras fuentes de estímulos. La memoria iba hacia atrás en el tiempo y recuperaba sensaciones con una nitidez fenomenal. Había ocurrido así en la primera y la segunda prueba realizada. La cámara de silencio me dejaba siempre ante recuerdos que emergían con precisión desde la infancia remota. Después la conciencia escapaba, volaba, en búsqueda de otros estímulos a como diera lugar, cual radar pesquisando imágenes, detectando sonidos, intuyendo palabras, necesitaba nutrirse de impresiones… es ahí donde introdujimos nuestros experimentos paranormales, por si efectivamente se lograra detectar algo de lo que nuestros amigos estaban intentando transmitir.

Daniel prendió su cigarrillo con un encendedor color turquesa. Fue como si lo viera hacerlo y lo dije en voz alta. El intercomunicador transmitió esas palabras hacia la sala de controles donde todos observaron al susodicho que aspiraba con gusto su pucho recién encendido, jugueteando con el encendedor color turquesa entre las manos… Hay un barco con las velas desplegadas que navega sobre un oleaje bastante intenso… ¿dónde? ¿quién está transmitiendo eso? En la sala de controles se miraban de un lado a otro. Salvatore lo dibujaba sobre papel cuadriculado, el barco a velas, pintando un mar azul oscuro con sus olas encrespadas.

Estando en la tercera prueba, habiendo ya pasado la fase en que se presentaban rápidamente las secuencias de imágenes de memoria antigua, sabía que comenzaba la etapa siguiente.

Ví un tenue vapor rojo y lo pude describir. Un halo llena la habitación; una luz suave, anaranjada, rojiza, gaseosa. Posteriormente fuimos capaces de rastrear ese estímulo que había quedado copresentemente actuando, con esa inercia sutil con que quedan las cosas percibidas con el rabillo del ojo: era la luminosidad emitida por la estufa eléctrica en los momentos previos al experimento, para calefaccionar todo el ambiente. Así mismo también pudimos detectar en los aparentes aciertos logrados con lo del encendedor y el barco a velas dibujado sobre el arremolinado mar, el mecanismo que se correspondía a lo que podría llamarse “convergencias asociativas”, es decir, a esas maneras de asociar en forma similar que se dan tan frecuentemente entre amigos, parejas o familiares entre quienes existe afecto y sintonía. Copresencias y convergencias, que suelen ser tan poco estudiadas, aportan sin embargo una riqueza de material enorme que, por cierto, obligan a descartar las hipótesis más vistosas de lo paranormal.

El fenómeno, de hecho, no se dejaba apresar. En la base de muchos aparentes aciertos eran observables las traducciones de impulsos que desde el intracuerpo daban señal, traduciéndose en imágenes visuales casi alucinatorias. Esas sensaciones difusas que rara vez son estudiadas, provenientes desde lo cenéstesico, también nos obligaron a la rigurosidad que implicó el descarte de toda supuesta experiencia fuera de los límites del trabajo del propio psiquismo.

Siento esa luminosidad rojiza, suave, cálida, vaporosa. Acá está también, llega, lo de acá se va fundiendo en ella. Pierde consistencia, se derrite, se diluye, se difunde, evaporándose. Todo se funde en esa luz, en ese vapor luminoso. No hay más que eso. Eso, que es Luz, respira por su propia naturaleza. Es lo único existente. No hay nada más y a la vez es todo. Es el Ser. El Ser abarca todo, es lo existente y eterno.

Por el intercomunicador escuché en ese preciso momento una voz diciendo: “¿Qué te parece que vaya haciendo con mi cabeza mientras estoy en esta tercera prueba, me mantengo en estado de vigilia sin ruido, atenta pero pasiva, o intento percibir lo que me transmiten tal como hemos estado haciendo en los experimentos anteriores?”

Era la voz de Pía, voz que reconocí como mía, aquella que consultaba allá en la sala de los controles. ¿Dónde está Pía entonces? Si está conversando allá, entonces quién está acá? ¿es que hay alguien acá? Alguien experimentó la fusión con esta luminosidad eterna; ¿quién era? ¿Hay acaso alguien que observe ahora? ¿o se fundió del todo y simplemente Es?

Grité: “Pía, ¿dónde estás?!!” y en la sala de controles todos miraron a Silo. Había fundido una figura femenina de cera rojiza y no quedaba más que líquido. Luego, transmitió hacia el cuarto de baño, por el intercomunicador, la grabación de audio tomada de la pregunta que le había hecho antes de comenzar el tercer testeo.

“¿Dónde estás Pía?, no sé quién eres…”, insistí.

Mario irrumpió en el cuarto de baño, detuvo la prueba, encendiendo la luz, hablando y sacándome de la bañadera mientras me envolvía en una gran toalla celeste, abrazándome con firmeza e insistiendo en que reaccionara, en que ya estábamos fuera del experimento, que escuchara, mirara, sintiera mi cuerpo, me decía que soy yo, Pía, que allí estaba, en este lugar, allí… Trajo café caliente y fuimos recomponiendo lo vivido.

Para los días que siguieron me hizo una sola recomendación: dedicarme únicamente a lo que tuviera más ganas, sin el más mínimo esfuerzo. Tomé sol en la playa de Ipsos y floté, floté largamente esta vez en el mar transparente.